domingo, 5 de septiembre de 2010

Ni contigo, ni sin ti.

No existe justificación ninguna, ni métodos mágicos, ni cupidos que te claven su flecha. Es pura naturalidad y a veces, injusticia.
Sí, lo sabías ¿no?, te hablo de aquella maravilla que se experimenta ya desde muy joven y que se puede dar de diferentes maneras y analizarse desde ángulos distintos. Aquello que para algunos es su perdición, tomándolo como un vicio lujurioso y que para otros, es lo mejor que le haya podido pasar en su vida. A día de hoy, no existe una percepción realmente clara de la cual pueda sacar un matiz claro para definir propiamente cómo considero yo a este ser. Podría hablar de momentos; imágenes que se reflejan en los acontecimientos más agridulces de mi vida y que crean cierta nostalgia de la que podría sacar partido para redactar esta entrada. Podría incluso dejar de escribir y llorar o reír los efectos secundarios que produce tal elemento, dado que los primarios los he dado ya por perdidos. Mentiría, sin embargo, si dijera que puedo enfrentarme yo sola a la realidad y entender que la vida me ha superado.

Mi escudo ha siempre sido creer en la idea de que, de este sueño no me iba a poder despertar nadie y por eso siempre me he dejado guiar con los ojos cerrados. Siempre se dice aquello de, ''déjate llevar'', pues bien de tanto practicarlo he llegado a romper los esquemas del concepto ''normalidad'' alcanzando incluso la palabra ''idiotez''. ¿Consecuencias? las de siempre y, por inocente; ''zas, en toda la moral''. Esta vez, la música no es mi cómplice.

Nada supera el hecho poder amar y ser amad@. Y si hablaba de ti, lo hacia sin contar con la pieza más importante de todo este asunto, tú.




Asco.

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